Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




martes, 21 de junio de 2016

Fórum

 Sábado por la mañana. Apenas hace cuatro días que he terminado mis exámenes y tras darme un mínimo respiro, aún sin tener las calificaciones de mis asignaturas de junio, ya me he lanzado a la aventura de elegir nuevas materias que incluir en la matrícula de septiembre. Este año he decido anticiparme, y aprovechar bien los meses estivales para ir avanzando lecturas, en algunas asignaturas del próximo cuatrimestre lectivo.

 Aprovechando la tregua que el calor parece habernos dado estos últimos días de primavera, me dirijo a Canal, donde están las librerías que venden material de la UNED. Podría pedirlos por internet, pero eso supondría quitarle la gracia a una parte importante de la lectura de cualquier libro: el momento de adquirirlo. Para ello antes hay que buscarlo, ver en que edición está disponible, comprobar si está en tiendas o no, y después... salir a la calle e ir a adquirirlo en persona. Para algunos esta práctica es una pérdida de tiempo; para mi es la base desde la cual he venido alimentando desde hace años mi hábito de la lectura. Entrar en la librería, comprobar ese aroma a libro nuevo que rezuman los textos en sus estanterías, poder ojearlo, sentir esas sensación inigualable de tocar por primera vez algo, en este caso el papel, ya sea liso o rugoso, mirar las tapas, la calidad de la encuadernación... Lo siento Amazon, pero sigo necesitando estimular mis sentidos antes de ponerme a leer, en esta primera fase que no solo me lleva su tiempo, sino que se ha convertido en todo un ritual.

 Acabo mi compra. Es pronto y tengo ganas de darme uno de mis paseos de fin de semana. Normalmente hago siempre la misma ruta, en dirección a la Glorieta de Quevedo y, desde ahí, decido que orientación doy a mis pasos, si sigo hasta la Plaza de Olavide, o me dirijo a la Glorieta de San Bernardo.Esta vez, por aquello de variar, decido cambiar de ruta, en vez de bajar, sigo hacia José de Abascal, calle que tengo a la vista ya que la librería hace esquina prácticamente con ella, desde Bravo Murillo, justo por detrás de los Teatros del Canal. La senda que me depara el paseo, no tiene atractivos comerciales con los que tentarme. Tampoco sucumbiría a ellos tras haber hecho mi previsto gasto en libros. Aprovecho para ir comprobando cuantas cosas pueden haber cambiado desde la última vez que me aventure a pasear por esa zona. Siguen estando el ampuloso concesionario de coches de la esquina, la tienda de azulejos y, la Escuela de Biblioteconomia y Documentación que me avisa que ya estoy en la calle Santísima Trinidad, a dos pasos de cruzar Santa Engracia. No caigo en la tentación de torcer hacia Alonso Martínez y continuo por José Abascal hasta llegar a Gregorio Marañón.  

La última vez que transité por la zona fue para realizarme unas radiografias que necesitaba antes de la operación del verano pasado, a cuenta de un quiste nasal que me extirparon. Aquella vez pasé justo delante de la Calle Fernández de la Hoz, esquina con José Abascal, pero aquella vez no le presté atención al número cincuenta uno de la calle, justo donde tenía sus oficinas en Madrid el desaparecido Fórum Filatélico.


 A fuerza de trabajar al lado, hace ya de eso algunos añitos de eso, la fachada del número cincuenta y uno me era familiar. Con sus letras grabadas en dorado sobre esa misma puerta de cristal que ahora aparece cerrada a cal y canto y llena de suciedad, la sociedad Fórum Filatélico lucía palmito en una finca con solera en una de las zonas privilegiadas de la capital, contando para ello con el apoyo y la confianza de miles de ahorradores que, de toda la vida, confiaban sus ahorros a una empresa que repartía dividendos  más generosos que los que pudiera ofrecer cualquier banco. Podría decirse que se trababa de una empresa entrañable, de esas que uno ha visto toda la vida en anuncios, folletos, o que podían mentar en casa o algún vecino, incluso daba patrocinio a un equipo de baloncesto que probablemente viviera sus mejores años bajo su esposorización. El fórum era como una parte más de las consideradas empresas señeras del país, como lo es El Corte Inglés, formando parte del paisaje cotidiano, del día a día de un país que confiaba a ella y a otras empresas como ella, vease la menos conocida Afinsa, buena parte de los ahorros atesorados a lo largo de toda una vida de trabajo.

 Hasta que un día hace más de diez años, un juez destapó el escandalo de lo que era un caso de estafa piramidal en toda regla. La empresa, que presumía de pagar dividendos sin  retrasos, se encontró un día con que no podía hacer frente a los pagos que tenía pendientes. Y con ello se desató el desastre. Repentinamente, aparecieron como por arte de magia, decenas de personas, vecinos, conocidos, compañeros de trabajo, gente que no sospechaba que tuviera dinero invertido en esa casa, que se declaraban oficialmente afectados. Unas colecciones de sellos de supuesto enorme valor, así como otras inversiones en obras de arte, eran el único patrimonio de una entidad que solo podía sumar a esos bienes la valía de las fincas donde se asentaban sus sedes, en Madrid, Barcelona y otras ciudades, y que en estos momentos se encuentran bajo administración  concursal. Eso explica que José Abascal cincuenta y uno, sigo siendo un edificio huérfano de inquilino, pese a la elegancia de su fachada y la categoría del inmueble. Y al igual que él, siguen huérfanos de justicia, los afectados por este fraude,  que después de tanto tiempo siguen sin ver sentencia condenatoria alguna con implicaciones penales por parte de alguno de sus representantes. Esa fachada carente de vida y esa entrada ausente de trasiego son una estupenda metáfora de lo que fue este país algunos años atrás: una edificio construido sobre una gran mentira de riqueza que no se tenía y de derroche por pura apariencia.

miércoles, 1 de junio de 2016

Apuntes sobre populismo y regresión


 He de reconocer que siento auténtica debilidad por Julián Marías. Considerado por muchos el escritor contemporáneo español más notable tras figuras como Delibes o Goytisolo, son varias las facetas en las que destaca de un modo notorio: como traductor, donde sus conocimientos de filología inglesa han dado como resultado trabajos que han llevado al español poemas de Yeats o textos de Faulkner, como novelista, con títulos como El hombre sentimental ,Corazón tan blanco o Tu rostro mañana, y  articulista, siendo su columna del suplemento dominical en El País, uno de los puntos de lectura casi obligatorios de los fines de semana.

 Parte de la admiración además viene motivada por la huella que puede apreciarse al leer sus reflexiones de la figura de su padre, el filósofo Julian Marías. Discípulo de Ortega y Gasset, autor de la Historia de la Filosofía más estudiada por sencilla y bien estructurada para no iniciados en la materia, e intelectual a la sombra de un franquismo que le represalió durante años por sus ideas liberales, negándole méritos para acceder a la docencia universitaria y  convirtiéndose por ello en una de las pocas luminarias de libre pensamiento en los años más opacos del anterior régimen que quedaron en el interior de un país que vio como sus grandes talentos y pensadores eran presa del exilio durante décadas.

 Ese bagaje personal e intelectual es el basamento sobre el que Marías hijo suscribe sus planteamientos no exentos de ese poso de amargura que siempre genera la injusticia y  la condena al ostracismo por unas ideas que no son populares o simplemente no son convenientes. Y precisamente sobre eso, sobre lo que es popular o no, sobre populismo, deja Javier buena nota de sus ideas en una entrevista que publica hoy El Mundo, en la que, entre otras cosas dice esto:

P. ¿Y el populismo?

"... Me parece una regresión espantosa, Podemos es un arcaísmo. Cuando oigo hablar a dirigentes de Podemos veo que son calcados a lo que éramos muchos de nosotros en los años 69-70. En mi primer año de universidad, fui activista en unos llamados Comités de Acción Revolucionaria. Duré poco, no me encontré cómodo. Me enteré que dependíamos del PCI [Partido Comunista Internacional] y que uno de nuestros jefes era un policía de la Social. En fin..., el caso es que decíamos cosas parecidas a las que ahora, casi cincuenta años después, dicen los de Podemos. Son arcaicos, anacrónicos, regresivos y también reaccionarios. El reaccionarismo no sólo existe en la derecha. No acabo de entender cómo algunos sobrinos míos de 30 años no lo ven... Claro, no vivieron aquello, no saben qué ideas van directas al fracaso o llevan a situaciones peores de las que tenemos."

   Como viene siendo lo habitual en periodos de incertidumbre, no son pocos los que aprovechan, o intentan aprovechar la coyuntura para sacar a pasear ambiciones y pretensiones de poder con la idea de pescar en rio revuelto, sabedores de que la confusión, penuria y honda desazón son el caldo de cultivo necesario para dar pábulo a unas ideas que no solo no son nada novedosas, sino que traen consigo un tufo reaccionario del que también beben otras ideologías aparentemente vacunadas contra los argumentos autoritarios. Disfrazados de falsa esperanza, ayudados por reflexiones del tipo " es que si no votamos esto, nos arriesgamos a seguir con lo mismo", algunos buscan acaparar protagonismo y notoriedad, siendo este el único objetivo que plantean sus acciones: cambiar unas élites políticas por otras nuevas, que buscarán seguir repartiéndose el pastel igual que lo hacían sus anteriores.Y no cejaran en su empeño mientras sigan galopando sobre esas grandes dosis de demagogia que les impelen a explotar hasta la extenuación el agotamiento de una ciudadanía desconcertada que no solo no encuentra motivos para la ilusión, sino que acaba fiando su sufragio a la opción que cree menos mala, sin querer escuchar argumentos en defensa de méritos u otras posibles capacidades.

 Aún con todo comparto con Marías la idea de que ese modo de votar no ha de ser necesariamente malo. Todo el mudo tiene derecho a frustrarse  y a votar castigando a quienes han esquilmado arcas públicas a manos llenas sin reparo y decoro alguno. Esa es la circunstancia actual, la que nos define como sujetos, y parafraseando a Ortega. si no la salvamos a ella, no nos salvamos nosotros. Es más que legítima la voluntad del individuo que como colectivo pude decidir cambiar unos figurantes políticos por otros, si con ello cree que va a mejor su prosperidad. De lo que debe huir el sujeto es de la manipulación, del seguidismo, de la actitud exenta de reflexión alguna que invita a muchos individuos a creer a pies juntillas los planteamientos de algunos que repiten como si de un mantra se tratase y que defienden a capa y espada como si fueran integrantes de alguna secta cuasi religiosa que invita a repeler a todo aquel que se atreva a dudar del mensaje o a poner en tela de duda la capacidad del líder

 La información es poder, el exceso de ella conlleva manipulación. Internet  y su exceso de datos y referencias, en la mayor parte de los casos faltos de contraste y verificación, tiene estos riesgos: la de convertirnos en  miembros de una nueva iglesia que celebra sus sesiones en alguna red social, donde el párroco de turno arenga a sus prosélitos, que asienten convencidos por el mensaje aceptando el mismo a través de un me gusta que sustituye al así sea que anteriormente definido con un simple amen. Si perdemos la capacidad de crítica y pasamos a convertirnos en meros secuaces de los dictados de quienes pretenden movilizar masas en beneficio propio corremos el riesgo de mantenernos en el mismo sitio en donde nos encontrabamos, habiendo sido simples medios de ejecución manipulados para que otros alcanzasen sus objetivos.
 

*** Aquí os dejo el link a la entrevista citada. No tiene nada de desperdicio en ninguno de sus temas:
http://www.elmundo.es/cronica/2016/06/01/574876a1e5fdeac73d8b461c.html